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Sábado, 10 de febrero de 2018

Loarre, una bella historia que se sigue escribiendo

La magia del castillo atrajo en 2017 a 100.000 visitantes, y este flujo de turismo se nota en toda la zona, incluyendo el propio pueblo que alberga la magna construcción románica.

Un nutrido grupo de escolares sale en estampida del castillo de Loarre hacia su centro de visitantes, cuya cafetería cuenta con mesas interiores, terraza y zona de merendero. Los chavales acaban de visitar un Monumento Nacional (reconocimiento otorgado en 1906) que es nada más y nada menos que el castillo románico mejor conservado del mundo. Algunas parejas caminan en sentido contrario para disfrutar de la visita con más quietud; entre semana, el castillo vive esa doble realidad. Todo un desafío para los responsables de la instalación, comenzando por el propio alcalde y guía del castillo, Roberto Orós; nacido y criado en Loarre, simultanea el servicio público con el ejercicio privado de gestión en un enclave envidiado por medio mundo.

«Al final –comenta Roberto– el reto con el castillo es manejar el caudal de visitantes en los días críticos, y eso lo da la experiencia. Hemos cerrado 2017 con más de 100.000 visitantes; hay picos de hasta 2.000 en un día, junto a otras jornadas de muy poca gente. Tenemos un histórico de frecuencia de visitas para prever la necesidad de personal en cafetería, recepción, tienda y visitas».

La cuestión es organizarse. «Hemos estudiado modelos de gestión en España y otros puntos de Europa, para valorar ideas que puedan extrapolarse al castillo. Luego hay que saber lo que funciona. Por ejemplo, se diseñan recorridos internos para que haya más de un grupo sin entorpecerse, contamos con la sala audiovisual para las continuidades y que todo el mundo pueda ver bien las cosas… así se manejan los días punta. Cuando tienes la suerte de tener el castillo casi para ti solo, cuentas con audioguías en varios idiomas o la visita a tu aire con un plano numerado, para descubrir las cosas con calma».

Sin exclusiones

El castillo de Loarre es para todos los públicos. «A las familias les hacemos un juego de pistas, ‘El mapa del tesoro’, con un obsequio al final. La visitas escolares también han evolucionado: montamos un concurso medieval o un asalto al castillo, por ejemplo. A los adultos les refrescamos la historia del bachillerato de un modo ameno; por otro lado, el tema de la controversia territorial también tiene respuestas aquí, empezando por la bandera de Aragón y la certeza de su origen. Con el toque adecuado en la transmisión de conocimientos, estas ideas nos han hecho crecer».

El guía es el alcalde, y viceversa. «Me supone andar de aquí para allá todo el día; fiestas, pocas. El privilegio es que soy mi propio jefe; ahora os atiendo a vosotros, esta tarde me reúno con el arquitecto municipal, mañana temprano con un proveedor del castillo… aquí arriba trabajamos en actividad turística, lo que quiere decir que los días más ajetreados coinciden con los festivos y vacacionales del Ayuntamiento. No paramos».

Con algo tan magnético a las afueras del pueblo surge un problema obvio; los visitantes llegan, tocan chufa en las almenas y se van. O no. «Hay impacto en el pueblo, afortunadamente; de hecho, para inducir ese impacto, en 2016 establecimos una visita conjunta con un solo pago del castillo y la iglesia de Loarre, con subida a la torre, muestra de reliquias y guía. Más de 20.000 personas visitan la iglesia cada año; son más que en la catedral de Roda de Isábena, con lo bonita que es. La eclosión renacentista del pueblo se puede apreciar en la Hospedería y las casas solariegas».

Roberto matiza su argumentación. «Los hosteleros locales y cercanos, en Ayerbe o Bolea, notan que hay más gente estos últimos años; en Loarre los entretenemos medio día entre el castillo y la iglesia, y luego buscan dónde comer, cenar o dormir. Aquí tenemos la hospedería y el camping, pero para los días más ajetreados se puede recurrir a los vecinos. El castillo es la corbata del traje, pero si la visita dura varios días puede combinarse con la Colegiata de Bolea, la Virgen de la Peña de Aniés, el pueblo de Agüero, el rafting en Murillo, la escalada… en un radio de 15 kilómetros a la redonda hay de todo; hasta playa en La Sotonera. Y en el pueblo tenemos nuestras historias, como la del popular Puchamán. Es una oferta que hay que comercializar como paquete, está algo dispersa. En eso andamos los ayuntamientos de la zona y también el sector privado».

La magia del cine

Cuando Ridley Scott rodó aquí ‘El reino de los cielos’ en 2004 (se estrenó al año siguiente, con Orlando Bloom, Liam Neeson y Jeremy Irons en el reparto) la meca del cine supo al fin de Loarre, tras el fallido proyecto de la ‘Cruzada’ de Verhoeven y Schwarzenegger en los ochenta. En Loarre también se rodó ‘Valentina’ (1982), con Anthony Quinn y los aún niños Paloma Gómez y Jorge Sanz. En 2006 se rodó en el castillo ‘Manuel y William’, con Elena Anaya de protagonista. Charlton Heston rodó un documental para la serie ‘Opera’. En ‘Juego de tronos’, por cierto, hay una imagen de las mazmorras. Otro que compiló imágenes del castillo fue Santiago Ramón y Cajal, que lo dibujaba a menudo durante sus años en Ayerbe.

«Lo mejor de la promoción que ha traído el cine –explica Roberto– es que los visitantes atraídos por esas películas encuentran lo que esperaban. No hay trampa ni cartón, con lo que tampoco sufren una decepción. Ahora queremos mejorar un poco más las instalaciones de servicio, incluso acristalar la terraza y mejorar las zonas de picnic. También hay un sendero fotográfico circular organizado alrededor del castillo, que vamos a señalizar ahora y que se venía demandando. También se ha pensado en hacer un concurso de fotos vía Instagram, y refrescar la web para potenciar el aspecto visual y funcional».

En la zona todos los negocios se ayudan. Los caballos de la hípica La Querencia, por ejemplo, colaboran en la limpieza de los alrededores actuando como segadores naturales de la hierba en las praderas. Y la propuesta de Locura de Vida también ha sido importante para atraer más visitas, por el valor creciente de las experiencias entre los turistas. El peligro de la sobreinformación se arregla con una guía pormenorizada de intereses que, muchas veces, empieza por el boca a boca que genera una buena experiencia. Qué hacer en el sitio al que llegas; he ahí la información verdaderamente valiosa.